Mientras su hijo cumple seis años, Pablo Laurta, el uruguayo y referente del grupo antifeminista Varones Unidos, espera su traslado a una cárcel de Córdoba para responder por los asesinatos a tiros de su ex pareja Luna Giardinia y de su ex suegra Mabel Zamudio, ocurridos la semana pasada en la casa que ambas compartían en el barrio Villa Serrana, en la periferia de la capital provincial.

Pero la sombra de otro crimen se cierne sobre él: la misteriosa y brutal muerte de Martín Palacios, el remisero que lo había trasladado desde la terminal de Concordia, en Entre Ríos, el 7 de octubre pasado.

Un cuerpo decapitado y desmembrado, que “en un 99% sería de Palacios”, según fuentes judiciales, fue hallado en la zona de Yeruá, a 35 kilómetros de Concordia. El Toyota Corolla en el que Laurta había viajado apareció incendiado en la ruta de las Altas Cumbres, en Córdoba, a más de 80 kilómetros de distancia. Si la fiscalía entrerriana confirma su implicación, el uruguayo deberá responder por un tercer asesinato.

La pregunta que desvela a los investigadores es cómo este hombre, que predicaba en redes el combate contra las “falsas denuncias de género”, pudo -si se comprueba su culpabilidad- asesinar a un remisero, decapitarlo, desmembrarlo, quemar el vehículo, viajar cientos de kilómetros, matar nuevamente y escapar con un niño a su lado.

Un análisis desde la psicología criminal

El comisario retirado Ricardo Juri, histórico investigador de la Policía Federal Argentina (PFA), ofreció una lectura profunda del caso. Licenciado en Investigación Criminal, docente del Instituto Universitario de la PFA y ex jefe de divisiones clave como Trata de Personas y Triple Frontera, Juri participó en causas emblemáticas, como la del crimen de Ángeles Rawson.

Ahora, desde su retiro, analizó el caso Laurta y lo definió como una combinación de “caos y voluntad”, según publicó Infobae. En su informe personal, el ex comisario describió un plan delictivo estratificado en tres niveles: “Primero, el nivel logístico: el homicidio del remisero y posterior encubrimiento. Luego, un nivel emocional, con el doble femicidio. Más tarde, el nivel de fuga: la huida hacia Gualeguaychú”, detalló Juri.

Según su análisis, Laurta atraviesa un colapso, pero dentro de una lógica particular: “La lógica del autor combina racionalidad instrumental con colapso conductual final. El asesinato del remisero, aunque costoso, se inserta dentro de una estrategia de control total, típica de estructuras paranoides de dominio”, concluyó.

Control, racionalidad y destrucción de evidencia

Para Juri, si se comprueba su autoría, el homicidio de Palacios fue un acto “instrumental” dentro de una mente obsesionada con el control.

“Fue racional en su concepción, pero irracional en su costo operativo, ya que complejizó la cadena criminal. Desde el punto de vista psicocriminal, revela racionalidad paranoide: eliminar todo factor fuera de control”, explicó.

El perfil que traza el comisario muestra a un frío calculador, capaz de construir una coartada social para moverse sin levantar sospechas: “Laurta apeló a la apariencia social de padre con hijo, lo que conlleva una baja percepción de riesgo”, señaló.

El experto también analizó los movimientos posteriores al crimen. Según su interpretación, el incendio del Corolla y del cadáver del remisero buscaba “cortar la trazabilidad entre Concordia y Córdoba y destruir evidencia biológica”.

Sin embargo, pese a la frialdad del plan, un detalle delató al asesino. Cuando fue detenido en la habitación 209 del hotel Berlín de Gualeguaychú, la Policía halló en su poder la billetera del remisero y la posible arma utilizada en el doble femicidio.

Con su traslado inminente a Córdoba, el caso de Pablo Laurta continúa estremeciendo a la opinión pública argentina y uruguaya. Para el comisario Juri, más allá del horror de los hechos, el caso expone la mente de un hombre que buscó ejercer dominio absoluto a través del crimen, atrapado entre la racionalidad del control y el caos del colapso final.